CONFESIONES DE UN ILETRADO

No quiero tu risa Ni tus miradas de envidia No deseo que me digas "cómo estás de bien" No tienes ni idea de cómo estoy yo Aturdido por la nueva tierra Derramado sobre deseos idos Miras mis fotos y crees que sueño Que sueño y que hago realidad el sueño Pero no tienes idea De lo costoso que es De las pesadillas que me cuesta Porque solo sabes ver la superficie Creyendo ver todo Y mis manos se llenan de mierda Pero mis recuerdos de sonrisas Que tratan de mantenerme a flote De su dos dientes que nacen De sus manos miniaturas Impulsando una lucha Que me estrella contra tu ligereza Y no tienes ni idea De lo que cuesta sonreír Por las calles mi auto se desliza Soy el patrón de las esperanzas Las casas son idénticas A las aspiraciones del hombre promedio Que me mira con ojos llorosos Me dice "yo quiero se tú" No tienes ni idea De cuánto me vale.

(https://www.youtube.com/watch?v=Ol4Dko3rw28) Te llevas mi sangre Que adorna las piedras de tu mano. Te escurres entre mis fibras, Abres mi cuerpo Y lames mi alma con tu filo. Un instante de violencia Fútil en tu memoria. Dos segundos te bastaron Para rasgar mis sueños Y escupirme al vacío de calle De donde nunca retorné. ¡Entra, yo puedo sentirte en mí! Destrúyeme. Disfruta penetrarme. De dedo plateado. De reflejo tubular. De puente en la 26. Desde abajo observo mi interior Que se derrama en mis muslos. Mi vida por una miseria. La miseria de una vida. Pequeños puntos blancos Se esparcen en la piel. ¡Son míos! ¡Yo los aplasto! Descosido me deshilacho. A rastras llego Sobre la colina que se yergue Entre los ladrillos de cemento. Mientras mi dignidad Queda prendida al pantalón. Con los ojos me desconecto De la mano que me recoge. Ya partiste. Yo ya parto. Partido ya estoy. El viaje a la muerte se convierte e

Ser Iago es fácil, si tenemos en cuenta que so y un completo devoto. Sí, eso soy y me siento orgulloso de serlo. ¿ Se puede ser feliz haciendo feliz a los demás? Bueno, me encantan las preguntas con zancadilla, esta tiene tremenda ojeriza y confluye en sí muchas cosas que prefiero ignorar . Un oficio como el mío es encantador, algo romántico, con una indispensable agilidad para meter la s mano s en los bolsillos del usuario final: soy un Robin Hood del código binario. Robo a los ricos , dono a los pobres y no hay nadie más necesitado que yo. Y bueno, esos pobres curas, y políticos, y personitas de cargos públicos laicos, no laicos, pedigüeños del centavo social, que se me hacen muy pelados si necesitan endilgar a los demás sus necesidades financieras. La pereza me domina en las mañanas, me identifico con el negrito del batey, quien muy prosaico acusaba a la Biblia, y de paso a su autor intelectual, de tiránica y despótica al imponer al hombre ganarse el pan con el sud

-           ¡Vamos Estiben, trae otro cigarrillo! -           ¿Y qué crees que hago? Luces bajas, mucho ruido: la descripción más cercana del sitio en el que se encuentran todos tomando cerveza con desespero de ahogados. -           ¡Y entonces le dije que era una gandulfa y que seguramente ya lo había hecho hasta con los ñeros del barrio! Risas, muchas risas. Palabras obscenas de aliento entre todos buscando cerrar el círculo tribal. Uno de ellos inserta un giro y cambia bruscamente de tema. -           ¿Pero alguien sabe por qué todos los que han tenido estas extrañas experiencias de morir y revivir ven siempre un túnel largo con una luz brillante al final? -           ¿Y a mí que me importa? Me imagino que es el mismo túnel que se ve por el ojo de esta cerveza –mirando por el ojo de la cerveza-. ¡Oh Dios, ahora entiendo el terror, mi pola se ha terminado! De nuevo risas fuertes, levantando las manos piden más botellas para la mesa. La hora es avanzada, no

" El corazón tiene razones que la razón   no entiende" Blasie Pascal La madrugada se a cerca incauta, por los pasillo s del hospital se ve a un ejército de blanco impoluto corriendo a cubrir cada base , buscando algo entre los demás, haciendo cara de que todo realmente les preocupa. Cerca de la ventana derecha , al final del tercer piso , se halla Don Carlos apoyado en el marco de aluminio , mirando a lo lejos una ciudad sarcástica que parpadea como si estuviera viva. Su bigote tembloroso se ve abnegado por el peso de las lágrimas que lo empapan. -           Ya no aguantara una más… N o señor, ya no aguantara una más. Lo veo en su rostro, lo veo en sus labios flacos y en sus ojos hundidos. Su cabello está muerto; no es mi solecito, ahora es una escoba sucia, me parte el alma verla cada día peor. A su lado Antonio sostiene su brazo mientras levanta la vista hacia la puerta de la habitación donde Karla reposa . Con los ojos rojos de tanto llorar se a

No es difícil verse en Salitre Plaza apuntando con un arma a todo lo que se mueva. Juro por Dios que jamás había sentido tal felicidad como la de ese día. Pero d éjenme comenzar desde el principio. Solo sé narrar así. Mi cuerpo es un maldito reloj at ómico; se programa para funcionar desde las seis de la mañana cada día, sin excepciones y sin mi consentimiento. E se miércoles no fue la excepción. Si me permiten opinar, diría que la parte más complicada de todo inicio de día es levantarse ya que en ese pequeño instante de vida vuelves a nacer, a ser tirado de cabeza a la realidad, donde sientes que el mundo está ahí, frente a tus ojos, para joderte un poco más. Bajé de la cama y me dir i g í al comedor donde me esperaban una aguapanela con pandebono que me comí en par patadas. Tenía que llegar rápido a la universidad, alguna clase de ocho me esperaba, de ahí correría como todos los días hasta un restaurante casero que quedaba cinco calles arriba para meseriar un rato .