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Mostrando entradas de febrero, 2017

DANOS EL PAN NUESTRO DE CADA DÍA (2017)

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Debía ganarme el pan con el sudor de mi frente, con los ojitos chinos ardiendo por las gotas que me cegaban a golpes mientras sufría el designio de Dios para con la humanidad, eso al menos decía el cura Toño cada fin de semana en el púlpito de nuestra pequeña iglesia barrosa, improvisada en el terraplén más grande del pueblo y que hacía de plaza cuando había que juntarse. Muy a su pesar nunca fue mi caso, sin importar que intentara trabajar con seriedad por las buenas, por las malas, por si las moscas y de vez en cuando, ni con sudor ni con cualquier otro fluido corporal que me saliera por algún orificio. Tenía palito para los trabajos fáciles, las cosas que no demandaban más de cinco minutos, la plata que llegaba con bizquear la mirada. Y a pesar de esto la vida me permitió alimentarme varias semanas del maíz y sus derivados: desde el tibio y dulzón peto hasta la arepa quesuda, bajo el techo de nuestra casa, una con patio de tierra, paredes desgastadas y pisos de estera podrida, bien