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Mostrando entradas de 2016

DIÁBOLO (2016)

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Trece segundos después regresé, me senté a su lado y disparé, sus manos aún estaban tibias de apretar los genitales de aquel hombre, la saliva aún brillaba húmeda en la comisura de sus labios, de un tiro lo mandé a la mierda. No fue el mejor ángulo de entrada, es difícil disparar sentada, pero no tuve necesidad de jalar dos veces el gatillo. No pude. Sé que no tienen ni idea de cómo llegamos hasta este parqueadero frente al bar de alitas de pollo y cerveza de barril, con la pelea de McGregor y Aldo anunciándose en cada pared del sitio, dos hombres matándose a puños para bañar las pantallas de diversión mientras yo me fumo un cigarrillo con la ventanilla abajo. Intentaré que vean el dilema desde mi perspectiva. Siempre me enredo con las emociones largas, no soy buena para ellas, soy buena para muchas cosas, pero no para eso, y no quiero perder tiempo, iré al grano: el hijo de puta tiene un amante y yo lo tengo pescado. Quisiera no conocerlo, entre más anodino se sufre menos, pero es el

DELICATESSEN (2016)

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Lo primero que hice fue limpiarme las manos: nada despega el excremento seco. Resulta que tenía razón, sabía a cerdo ahumado, con un bouquet de frutas, tal vez ocasionado por el vino que le hice beber durante los últimos días, entre eso y ablandarle la carne a golpes tomó un buen sabor. Un día llegó a la casa, un día normal, de esos que tienes tráfico pesado y los carros al frente no avanzan y las manos se te engarrotan en el volante porque te provoca tener visión calorífica para mandarlos al infierno. Un día de esos. Entonces él era un contador, con muchos números en las manos, infinito-decimales y potencias que le ayudaban a clarificar las aventuras monetarias de personas sin rumbo económico, aquellos que tienen una empresa y la cogen de caja menor para financiar cuanta tontería se les atraviesa sin pensar en el saldo rojo. Eso era él. Eso soy yo, tal vez no como antes, pero aún no pierdo la habilidad de enumerar las cosas, de contar, de codificar, convertir todo en abstracciones mol

INCAPACIDAD (2016)

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Me gustaba cortarme los dedos, era la forma más inmediata y práctica de hacer tiempo. Cogía las tijeras y falange tras falange cercenaba las puntas. La sangre era escandalosa: cuándo no, pero me gustaba verla fluir. Al final se secaba, para convertirse en coágulos que desaparecían en la nada. Luego, sin parpadear, volvían a formarse, poco a poco, las fibras, las venas, los nervios, los huesos, los pequeños detalles que momentos antes había condenado a muerte en la punta de mis dedos; sin importar cuántas veces al día lo hiciera, nunca perdía el asombro. Cerraba los ojos, lo deseaba y ahí mismo podía verlo: el florecer de la vida en mis manos. Mi novia detestaba el espectáculo, en sus momentos más atrevidos decía que yo era un cínico sin oficio con tendencias sádicas, que tenía que darle sentido al universo, que esa era mi función, pero mucho después concluí que la única función que debía imponerne era la de no imponerme nada. Por si se lo preguntan... no, no sentía dolor, no era posibl

EL CÍRCULO DE LOS CONDENADOS (2016)

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Solo comienzo mi día. Siempre me levanto temprano, nunca duermo bien, además, vivo en una pieza que se roba mi sueño de contado, entero, se lo traga de un sentadón a través de ese ventanal gigante que me confronta irrespetuoso, delirante, que se suma a mi habilidad para ser un fanático insomne, del tipo que nunca deja de estar de pie, ahí, frente al gigantesco y transparente ojo de cristal que la casa enfoca hacia el mundo. La pensión no es algo de nombrar, la vida en ella es aún más descolorida. Todos los días son de rutinas calcadas, de rollos infinitos proyectándose una y otra vez sobre el telón: casi que puedo inventariar las filas para entrar al baño, filas para sentarse a comer, filas para cepillarse, filas, filas, filas.  Cuando acabo me asomo por los rincones del cuarto para no olvidar algo, repaso las paredes, me entretengo en las esquinas, debo irme, lo recuerdo y salgo huyendo en un desasosiego ahogado. El mismo desasosiego de siempre, el que me dice que dejé algo y que segu

ROCKADELIA (2005)

2+2=5 Las paredes del bar son anillos de humo grasiento, hay charcos de cerveza sobre las mesas, trapo en mano las meseras luchan contra los regueros entre los grupos eufóricos de personas. En el rincón derecho se encuentra Daniel, quien por lo visto espera a alguien, mientras un feedback perdido se aclara en lo que parece un arpegio de guitarra, anudado a un charles continuo, pegajoso, cuadrado dentro de la rítmica convencional. Una reverencia absoluta se levanta con la melodía, las voces se elevan y se unen a la de Tom Yorke quien llena los pequeños espacios entre las notas y los cuerpos: los acerca con esa voz sedosa y arrastrada que transpira. Por un instante Daniel piensa en pedir algo de tomar, pero contiene la lengua detrás de los dientes: lo mejor será esperar. El aire gana peso y por su cabeza desfilan imágenes del Kamasutra con la tipa vecina. El ritmo desciende y la soledad los atrapa a todos: el diablo hace su propio camino. El puente acaba y desencadena un frenes