A caballo salgo del monte
Recogí una mañana mis pies y los sacudí. Envueltos en mi trapos cosí el abismo para descubrir la plata del horizonte. Abandoné mis futuros de esperanzas atados a mis muñecas, pequeños bracitos de bebé que arrullaban mis ideas. Ponderé el peso de mi existencia en una apuesta sin perspectiva donde mi lengua quedaba atrás junto a mi corazón amarrada al prisma sinople. Caí de rodillas en una mañana de octubre y quemé mis barcos en abril, para saber que jamás volvería a besar mi destino. El pasado fue una mirada al tumulto que evadí para disecarme. Fui una canción de cafetería serena. Fui un bolsillo blanco mal empacado. Fui dos palabras sin sentido en el cuarto de los carros, en la base de tu torre, atravesadas en tus ríos salivales. Y la luz se desprendió de mis venas para llenar mi existencia de una piel fina, sútil, seca. Descubrí ser jardín hecho para otra tierra mientras plantaba mi alma en un cruce de dedos, de retículas