TOC (2003)
Lo gracioso de
todo es que siempre pensé que realmente le importaba un poco, pero ahí me ves,
como un imbécil, sentado en el filo de la tormenta (imagen reforzada) sin saber
porqué terminé siendo este pedazo de carne y sangre sin sentido; idiotizado por
lo medular del amor. En el fondo pienso que es culpa mía; todo esto se generó porque
nunca fui capaz de contener en mí aquello que se iba desatando por los lados,
como un colchón mal cosido. Poco a poco permití que volvieran a meterse en mí ser
como un clavadista en una piscina. Sé que suena raro, pero a todos nos pasa;
aquello que anhelamos se llega a convertir en aquello que nos mata. Todo deseo
termina en muerte. Y no me aliteraré a repetir esta frase varias veces para
darle peso a lo que digo. Ahora, sé que acabo de apuñalarla en el pecho, pero
acaso, ¿importa eso cuando a ella no le importa esto? Si las cosas fueran
distintas quizá todo tendría un sentido y no me sentiría llamado a recurrir a
su dolor más profundo para lograr el efecto de tristeza que ella logra instalarme.
No quiero sexo, se ha vuelto triste y la verdad me causa fastidio pensar que
está conmigo por mero morbo espiritual. Un instante donde ella se desdobla y
piensa en Cancún, las islas Margarita, los cayos de la Florida, o en cualquier
otro sitio que esté lleno de sol y arena, pero no por ese sol y esa arena, sino
por la gran metáfora que representan; lejanía, felicidad efímera, seudo paraíso
capitalista, señal de estatus y de placer. Maldita sea, que aún no aprendo a
escribir y tengo más de veintitantos, lo que indica que sigo deprimido por la
manera en que mi vida se desarrolla. Pero basta de quejumbreses idiotas,
reconozco que cada palabra a veces suena demasiado artificial, pero qué puedo
hacer, es parte del juego en el que estoy metido. Ahora, debo sentarme a
analizar la razón por la cual mi vida emocional pareciera a cada instante un
poco más complicada. Podría echarle la culpa a la depresión posmoderna, pero
qué es eso, sino una mera superstición de intelectuales dopados por el siglo
XX. Podría decir que se debe al subdesarrollo en el que nací, pero también sería
buscar otra excusa estúpida para esconder mi ignorancia, pues se sabe de
antemano que eso que llamamos “tercer mundo” sólo existe en la cabeza de los
alienados que se han quedado en los bordes de la existencia, buscando una
clasificación taxonómica. Así que me limitaré a decir que todo se debe a mi
necesidad de amor no correspondido, y que de alguna manera no se le puede
achantar a alguien, porque eso es algo utópico que únicamente existe en
las mentes optimistas de los que creen que lograrán llegar a su Jerusalén. Será
mejor, pues, hacerse a la idea de un mundo sin sentido. En algún momento la
gente pensaba que no encontrarle un sentido a esta vaina significaba que debíamos
vivir en angustia permanente por encontrarlo, porque gracias a ese
estrés era posible que siguiéramos vivos. Yo opino (modestia aparte “desocupado
lector”) que esas son puras habladurías de mierdas que deben ser desmentidas,
no por el bien de alguien, sea un ser concreto, sea un ente abstracto (como
esta patética humanidad) sino, por el contrario, por el mal que nos debemos y
que tenemos que dejar de ocultar a nosotros mismos sobre lo que somos. Es hora
de caer en cuenta de nuestra gran depresión, de la muerte que nos espera
acurrucada en la esquina del tiempo, que estira su mano y de un tropezón nos
hace caer para siempre en el olvido. Bella figura literaria; huesuda,
malmirada, cadavérica, sucia, parca, sorpresiva, malvestida, y lo mejor,
anhelada. Somos la gasolina que la nutre, somos la babaza que refresca su
lengua, somos los gusanos que limpian la carroña de su trabajo, somos la punta
de la verga sifilosa, somos la rata que traga bollos de excremento en la
cañería, somos la hiedra que cubre su casa, somos lo que somos y no somos nada.
Un instante que no dura esta línea y la siguiente ha muerto. La opinión de mis
mayores me parecía sabia, ahora creo que mi opinión es mejor porque pretende
menos. Y al saber que es así, de una acepto el riesgo de equivocarme y de
mandar todo al carajo, porque ya no tengo miedo, como no tengo Dios, que me
putee la vida y me escupa encima como lluvia mañanera (por algo se le llama
“espantabobos”). Debido a las múltiples neurosis que me atacan es que pierdo el sentido
y comienzo a delirar, a profetizar, porque cada profecía es una verdad dicha de
manera general, para abarcar posibilidades de confirmación. ¿Y la paz que nos
daba el señor? Sí, el señor cura, no Dios, el Patrón, el Duro. Ahora resulta
que el blanco simboliza la tranquilidad y que junto al helio logran llenar los
corazones del mundo con total vida. Después se preguntan por qué Pinochet fue
un asesino. Donde no haya oposición, no habrá recreación. Sócrates, creo,
hablaba en alguna ocasión de que las cosas existen porque algo se opone a su
concepto, permitiéndoles de esta manera existir. Creo que esto es muy pertinente
cuando la censura y el veto caen sobre uno. En esos casos, sólo queda luchar
hasta con las uñas de los pies para lograr existir. M-A-R, y al oponer cada
letra logro crear algo con sentido, con vida, aunque irónicamente, a través de
la palabra. Lo que usted diga o haga ya no nos interesa y tal vez
por eso mejor buscaré mi guitarra para darme cuenta de que puedo componer algo. Es hermoso verte sangrar, casi tan
bello como robar la última cena de un condenado a muerte.
Utap-puat-taup-tupa-patu-tapu-atup-paut-tuap-puta,
yalfinaltodoesungranchistesinsentido, jejeje.
Dying.
Dying.
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